Valor y precio - Ricardo García de Celis

Valor y precio
Ricardo García de Celis

Entre mis más queridas posesiones materiales, conservo una pequeña
libreta de tapas negras, a modo de cuadernillo de campo, que en otros
tiempos consultaba a menudo: “Apunts d’arqueria tradicional”. Durante
estos días de obligado confinamiento -¡que dan para mucho!-,
ordenando mis cosas, me reencontré con ella y la volví a leer. Se trata de
unas fotocopias, sencillamente encuadernadas, de unas hojas
manuscritas en catalán que contienen enseñanzas de tiro con arco
entreveradas con dibujos del autor, las cuales me fueron muy útiles en
mis años como aprendiz de arquero.
Lejos de ser una obra extensa, sus casi ochenta páginas abarcan, sin
embargo, no solo aspectos técnicos del tiro instintivo sino también
como aplicar éstos desde una perspectiva mucho más espiritual. Aquí y
allá tropiezas con citas de maestros orientales como Suzuki, Lie zi, Lin
chi, Tsunetomo, Deshimaru o Ueshiba, aunque en su conjunto suponen
mayoría los aspectos técnicos; es decir, aquellos que en realidad
preocupan más al arquero inexperto y, por tanto, fueron dichos
aspectos los que, al principio, me interesaron más.
La libreta -fechada en 2009- nos la entregó su autor a todos aquellos
que participamos en uno de sus primeros talleres de “L’art del tir amb
arc sota la influència de l’esperit Zen” . Recuerdo con claridad que, al
hojearla por primera vez durante unos breves instantes, tuve la
impresión de haber sido honrado con un presente de gran valor… pero,
casi mudo, solo dije ¡gràcies! Al llegar a casa, tras leerla con
detenimiento, pude corroborar mi grata primera impresión… ¡y no solo
por su contenido! Ya entonces nos hallábamos en plena época digital,
época –como es sabido- en donde casi nadie se toma la molestia de
escribir a mano, y, por consiguiente, convencido quedé de que además
me hallaba ante una labor artesana digna de mucho respeto.
Al ofrecernos la libreta lo hizo con una humildad y un
desprendimiento nada comunes. Daba la impresión de que aquello que
nos regalaba -si, ¡nos regaló la libreta!- no lo hubiese hecho él. Parecía
como si hubiese sido algo que encontró por el camino y nos lo daba sin
más porque, en verdad, no hizo apenas comentarios a cerca de su
contenido ni de cómo la había hecho o el esfuerzo que, para él, había
supuesto el hacerla; simplemente, al finalizar el taller, nos la entregó.
Quizás alguien, al verla, concluya que se trata de un trabajo muy
sencillo, pero, a mi juicio –ya lo he dicho-, posee un gran valor, sobre
todo por lo que representa y, por ello mismo, no tiene precio para mí.
Soy de los que creen que las cosas no valen por lo que son, por lo que
cuestan o por aquello de lo cual están hechas sino por lo que
representan para nosotros. Las elementales piedrecillas que un niño
encuentra y que luego atesora en sus bolsillos para jugar a escondidas
con ellas no cuestan nada, pero… ¡cuan importantes son para él!
Hace tiempo que comprendí a Antonio Machado -poeta, por cierto,
muy cercano al Zen- cuando escribió aforísticamente: “Todo necio
confunde valor y precio”. Ya con la libreta en mi poder, seguí
comprando libros de tiro con arco (¡no precisamente baratos algunos de
ellos!), lleno de ilusión por aprender cuanto más mejor sobre el deporte
que me fascinaba y, si bien, no negaré que algo aprendí, ciertamente
pagué un alto precio para un escaso valor porque, al final, cuando me
asaltaba alguna duda… ¡siempre volvía a la libreta! Allí se disipaban casi
siempre mis dudas y allí seguía permaneciendo, por encima de todo, lo
esencial… ¡incluso sin siquiera estar escrito! Quién sabe si por la pureza
de alma que evocan sus muchos dibujos o por la generosidad de
intenciones palpable entre líneas, el caso es que allí seguía, visible de
un modo diferente al habitual, casi invisible a los ojos, lo esencial.
Ahora que la técnica del tiro con arco, al tenerla interiorizada, no me
preocupa tanto y procuro más bien convertir mi práctica arquera en una
experiencia imbuida de espíritu Zen, al releer el contenido de la libreta,
de algún modo, ¡vuelvo a sentirme cual principiante! Decía Rikyu,
maestro japonés de la ceremonia del té: “Las prácticas son para
aprender del uno al diez. Cuando se llega al diez, hay que volver al
uno”. ¡Pues eso!... con la libreta en mis manos también he podido volver
estos días al uno y sentir de nuevo la frescura mental de un arquero
novel.
Añadiré para ir acabando que, si bien al comienzo no centraron
demasiado mi atención, hoy veo con absoluta claridad que fueron las
citas de maestros taoístas y del Zen contenidas en la libreta las que,
mayormente, ayudaron a marcar una diferencia con lo que yo podía
encontrar por ahí porque, salvo lo escrito en el famoso “Zen en el arte
del tiro con arco” de Eugen Herriguel (libro que, sin duda, merecería,
cuando menos, un artículo aparte), hasta entonces casi toda la poca
literatura arquera existente en castellano o catalán –al menos casi toda
la que yo pude leer- parecía reducirse a una sola cosa: llevar al arquero
a acertar en el centro de la diana. Pero, al contrario de esto y casi sin yo
darme cuenta, las citas de la libreta no solo supusieron parte del
alimento que mi espíritu –quizás de forma inconsciente- buscaba.
Andando el tiempo, también me impulsaron a conocer algo más las
llamadas filosofías orientales; a intentar descubrir qué misterio se
encierra dentro de un arco abierto, de un arco tensado por un arquero;
me sugirieron ir más allá del tiro con arco en sí mismo, más allá de lo
que, por aquellos años, yo consideraba solo como un bonito deporte
para los fines de semana; me llevaron, finalmente, de la concentración
con objetivo a la atención plena sin objetivo alguno, de mirar por el
estrecho hueco de una caña agujereada a tratar de ver el “Todo” desde
la profundidad del interior.
El autor de la pequeña libreta, que podrás ver ahora publicada al
completo en este mismo blog, amable lector, no es otro que Artur Duch.
Agradecer este nuevo regalo a todo aquel que quiera aprovecharlo no se
si será suficiente, pero al menos yo si lo voy a hacer: gracias de corazón
y… ¡ gassho por siempre, Artur!